Por Paula Raimondi y Nicolás Oliva
Eso no va a pasar
En la noche del 2 de abril de 2013 en el barrio porteño de Saveedra, el barrio “Villa Mitre” sufrió una terrible inundación. Días después y con la presencia del sol, se podía ver en las casitas las marcas del agua que en muchos casos llegaban al techo. En medio de ese panorama se acercaron al centro de salud del barrio Juan e Isabel con sus dos hijos Matias y Tobias de 8 y 6 años de edad respectivamente. Comentan que estaban muy preocupados porque desde la inundación estaban con mucho miedo, no querían comer y que les había costado mucho dormir, que no querían alejarse de ellos y que si alguno de los adultos se iba de la casa empezaban a llorar y no podían parar. Les digo a los chicos si quieren que hablemos y me dicen que si pero si entran con su mamá y papá, entramos todos en un consultorio y les pedí que me cuenten que les había pasado. Ni bien entran me llamó la atención que los dos niños se subieron al escritorio, estaba uno muy cerquita del otro y no dejaban de mirar a Juan e Isabel. Ahi la mama cuenta que estaban en la casa a la noche y empezó a llover, “llovía mucho” interrumpe Matias, “y comenzó a entrar agua y no dejaba de entrar, estábamos en la cama y se empezó a mojar la cama, entonces mamá nos dijo que nos subamos a la mesa”. Una vez que el hermano mayor habló Tobias se anima, “ fue como el día después de mañana”. Ahí los dos me cuentan que el día antes de la inundación en la tele habían visto esa película, que se habían asustado mucho con el fin del mundo y que se fueron a dormir tranquilos porque el papá les había dicho que eso no iba a pasar… “ Y no va que pasa!” dice Matias, se miran entre los cuatro se ríen un poco y se abrazan.
Esta vez es en serio
A principio de este año nos conmovieron las imágenes de los incendios en diferentes barrios de El Hoyo (Rio Negro) y Epuyen (Chubut) en la Patagonia Argentina. La comunicación con varios habitantes de la zona denotaban la angustia por la muerte de algunos pobladores, la inmensas pérdidas materiales, la desolación por el abrupto cambio de paisaje “No sabés lo que es, no queda nada verde, es como si hubieran tirado una bomba”. Por otro lado además de la ansiedad por lo abrupto y la inmensidad del cambio, varias fueron las voces que nos dijeron “ no puedo dormir por el miedo”, “ tengo miedo de estar durmiendo y que se prenda fuego la casa y quedar atrapadx”.
Y una crisis tras otra afectarán a las personas y sociedades más vulnerables
El último año fue excepcional por varios motivos, uno de ellos fue la temperatura global récord. La más alta, que se tenga registro, en la historia. Un año caliente dentro de una década con los mayores registros de temperatura. Este fenómeno de calentamiento global es parte de lo que se llama el Cambio Climático (CC). Sus consecuencias son por demás evidentes: sequías, inundaciones, huracanes, desglaciación, incendios forestales, etc. Sin embargo, creemos que los efectos del CC en la salud mental (SM) son un tema aún no explorado dentro del campo de la salud mental a nivel local, al menos no del modo y en la proporción que amerita. La ruptura en el “buen vivir”, la disrupción de la cotidianidad, tener que reacomodarse a nuevas formas de vida de forma intempestiva y la constante incertidumbre nos afectan la salud de diversas maneras. Varios artículos distinguen que las personas con padecimiento mental severo presentan mayor vulnerabilidad ante este problema (Romeu 2021). Podemos mencionar el caso del huracán Katrina en Nueva Orleans, EEUU, donde los deterioros en la SM de la población tuvieron diferencias según grupos vulnerables: mujeres, niñxs, adolescentes y gente de bajos ingresos económicos (Galea, 2006). Pero no es necesario irnos tan lejos, las inundaciones en la ciudad de Santa Fe en el año 2003 o en La Plata en el 2013 dejaron muchísimas experiencias a lxs trabajadores de la SM. O más recientemente, los incendios forestales en la Comarca Andina que dejaron un saldo de 2 personas muertas, 13 mil hectáreas quemadas, 540 viviendas hechas cenizas, animales perdidos y muchísimas personas afectadas. Los incendios forestales siempre han sido una amenaza para el ecosistema. Se estima que el 95% de éstos son causados intencionalmente. El desmonte a través de incendios no es novedad, este es un método muy utilizado por el modelo extractivista para entre otras cosas hacer avanzar la frontera agroindustrial o para desmalezar terrenos o humedales para volverlos “aptos”para desarrollos inmobiliarios. Además de arrasar con flora y fauna nativa, muchas veces este fenómeno que promocionan como controlados avanzan a lugares poblados por humanos. En el año 2020 se estima que se han quemado 900.00 hectáreas en nuestro país.
Cambio Climático: la amenaza del siglo
Por primera vez en la historia de la humanidad las transformaciones en las condiciones climáticas y geomorfológicas de la tierra (Cambio Climático) tienen su origen principal en la actividad humana (antropogénico). Estos cambios tienen un impacto catastrófico sobre los territorios y por lo tanto no es difícil deducir que tendrán efecto en la salud mental de la población. De hecho un artículo publicado en The Lancet sostiene que el Cambio Climático es la mayor amenaza mundial a la salud en este siglo (Costello 2009).
El informe intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC) señala las consecuencias del calentamiento global y sugiere lo que se debería hacer para disminuir la emisión de gases que producen el efecto invernadero. Éste fenómeno, principal responsable del CC, es la consecuencia de la emisión de gases como el CO2, metano y óxido nítrico; se destaca que el 95% de estos gases son generados por la actividad humana (vinculados principalmente con el uso de combustibles fósiles y la producción de ganado vacuno). El IPCC es un panel internacional con representación de especialistas de 195 países, pocos se animan a negar que existe un consenso científico sobre el tema. Este informe advierte sobre las consecuencias del calentamiento global y ofrece sugerencias para que el impacto del calentamiento global sea menor. Hace hincapié en medidas que limiten el aumento global de temperatura a solo 1,5 °C en lugar de 2 °C. Dentro de esas recomendaciones no sorprende que muchas están dirigidas a disminuir la pobreza.
Las consecuencia en el aumento de la temperatura media genera entre otros fenómenos: alteración de las precipitaciones, inundaciones, sequías, acidificación de los mares, incendios forestales. Estos cambios generan un impacto irreparable en el ecosistema, llevando a la aniquilación de la biodiversidad, que trae aparejado importantes consecuencias en la salud humana.
La OMS prevé que entre los años 2030 y 2050 habrá fuertes impactos adicionales por año sólo por consecuencia del CC. Muertes y aumentos de la morbilidad serán causadas por malnutrición, enfermedades zoonóticas (un obvio ejemplo es la COVID-19), inundaciones, incendios forestales, huracanes, muertes por traumatismos, diarrea, golpes de calor (OMS 2017).
Impacto del Cambio Climático en la Salud Mental
” no hay salud individual si no hay salud colectiva, ni salud colectiva sin salud de los territorios”…
Con lo descripto hasta aquí podemos pergeñar una cartografía de los problemas en la SM como consecuencia de los fenómenos del CC. Algunos de estos problemas son consecuencias directas: cambios adaptativos (insomnio, ansiedad) o asociados a estrés post traumático y aumento del consumo problemático de sustancias (principalmente alcohol y psicofármacos); también con duelo, depresión y aumento de las ideas suicidas. Y por otro lado las consecuencias indirectas que impactan subjetivamente como los deterioros en las actividades económicas, daños en la infraestructura, cambios en las características del suelo de los territorios por ejemplo desertificación con las consecuentes migraciones a grandes ciudades, desocupación y aumento de la pobreza (Cianconi, 2020). Como lo vivimos con la pandemia COVID-19, estos cambios acentúan la desigualdad social y económica.
Asociaciones de psiquiatría de países como Estados Unidos (APA 2017, AAPC 2017), Reino Unido (RCPSYCH) y Australia y Nueva Zelanda (Every-Palmer, 2016) han expresado un posicionamiento en relación al CC y la SM. Las consideraciones sobre los impactos del CC en la SM están siendo cada vez más visibles pero muchas veces las respuestas llegan tarde o en menor medida de lo que sería necesario para tener relevancia. Un ejemplo de esto es que existe creciente evidencia de cuánto influyen las olas de calor, se ha descrito un mayor número de muertes por golpes de calor en personas que padecen de psicosis, demencia y uso problemático de sustancias (Page, 2012); sin embargo, cuando el calor arrecia en nuestras ciudades, hiper embaldosadas y sin espacios verdes, desde el campo de la SM no incluimos estos aspectos en el debate público. Se podrá decir que hay muchísimos otros asuntos más prioritarios pero vale la pena agregar esta óptica también (Coverdale, 2018). Volveremos sobre este punto antes del final.
Otro ejemplo de los efectos indirectos del CC es el aumento de la migración, en general hacia lugares periurbanos y en condiciones de vida precarizadas. Existen sobradas evidencias, epidemiológicas y clínicas, del impacto en la salud mental de aquellas personas que deben emigrar (Brandt 2019). Nuestro país cuenta con un marco legal que ampara los derechos de los migrantes y una tradición, afianzada en las última década de cumplimiento de dichos derechos.
Qué temón, pero no es mi asunto. Realmente es así?
Desde diversos países centrales surgen iniciativas para combatir el CC en diferentes planos de acción. Una vez más contamos con acrónimos: CARM (collaborate, advocate, research, mitigate) que se traduce como colaborar, “abogar”, investigar y mitigar (Every 2016). Para no ser menos, Coverdale et al propusieron otro: CARE (clinical, administrative, research, and educational) (Coverdale, 2018). A nivel clínico comienzan a realizarse estudios que introducen la variable “costo ambiental” para evaluar los tratamientos y lograr “mejores prácticas” (Maughan, 2016).
Ahora, cómo podemos definir un “cuidado verde”, no se trata sólo de pensar en la reducción de la huella de carbono sino de incluir los efectos favorables de intervenciones en ambientes naturales (Cuthbert, 2021). Si en la ciudad de Buenos Aires el promedio de espacios verdes es de 5,13 mts2/persona cuando la OMS recomienda de 10 a 15 mts2/habitante, dónde podremos realizar “cuidados verdes”. En este sentido, como colectivo de trabajadores de SM, ¿podemos sentirnos ajenos al debate sobre la planificación urbana?
¿Qué sería una atención de SM sustentable? Un enfoque para pensar cómo mejorar nuestras prácticas, que sean relevantes, de alta calidad y al menor costo posible. Tomemos lo señalado por el Colegio Real de Psiquiatras del Reino Unido:
“Priorizar la prevención. Buscaremos prevenir la mala salud mental y así reducir la necesidad de atención médica en el futuro.
Empoderar a las personas y las comunidades. Si las personas se enferman, promoveremos oportunidades para la autogestión y la vida independiente y apoyaremos proyectos comunitarios, redes sociales y empleo, todo lo cual mejora la capacidad de recuperación de la salud mental.
Mejora el valor. Si las personas necesitan servicios, buscaremos ofrecer intervenciones que brinden el máximo beneficio al paciente por el menor costo económico y ambiental al brindar la intervención adecuada, en el momento adecuado, a la persona adecuada.
Considere el carbono. Trabajaremos juntos para comprender los impactos de carbono de las intervenciones y modelos de atención dentro de la salud mental. Este conocimiento será cada vez más importante en el diseño de servicios eficientes en carbono. “
Excepto por la huella de carbono, no es muy diferente de lo planteado por la corriente de la Salud Colectiva y la APS desde hace décadas. Pero quizás nuevos vientos permitan otros movimientos. Por ejemplo, si hasta ahora hubo quienes no tuvieron en cuenta ser criteriosos a la hora de prescribir medicamentos quizás al saber que los ríos sufren la contaminación de psicofármacos tienen un momento de revelación (Ford, 2019).
Maughan and Davison (2015) señalan que lxs trabajadores de la SM estamos más acostumbrados al trato individual y no tanto al “panorama más amplio” y que muchxs consideran que “el CC es un tema importante pero no nuestro asunto”. De cara a un determinante socio-ambiental tan ineludible como la pandemia COVID-19, las condiciones de producción y de reproducción de la vida social actual nos interpelan como profesionales de la salud. Por un lado están los recursos que deben garantizar los estados. Y ahí quizás tengamos una diferencia sustancial con las experiencias de otros países ya que nuestra historia es rica en cirscuntancias donde el estado tuvo y tiene un rol de reparación, sostén y acompañamiento luego de una militancia de las organizaciones de la sociedad civil para reclamar y conquistar dicha función del estado, sólo para mencionar algunos ejemplos: víctimas del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar, veteranos y caídos en Malvinas, víctimas de la violencia de género, víctimas de Cromagnon, movimiento de los Pueblos Fumigados. Por otro lado, como trabajadores de la salud la pregunta que cabe es si podemos estar a la altura de lo que la población necesita y si estamos dispuestxs a pensar en formas creativas de dar respuestas en vez de continuar encerradxs en los consultorios, pensando, actuando y medicando solxs. Ante las catástrofes, sean naturales, antropogénicas ó un mix de ambas, las respuestas individuales no tienen el mismo peso que las colectivas.
PR y NO
Bibliografía
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Cianconi, P., Betrò, S., & Janiri, L. (2020). The Impact of Climate Change on Mental Health: A Systematic Descriptive Review. Frontiers in Psychiatry, 11. doi:10.3389/fpsyt.2020.00074
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